Capítulo 21º - El zulo
Ya está, el matadero sólo era una pista, la clave estaba en la nave anexa, allí ocurrió todo, y posiblemente allí esté Andrea. Un poco mareado ya con tanto viajecito, Víctor volvió al polígono industrial. No había ningún coche aparcado, y sólo se atisbaba el murmullo del aire al rozar con los viejos trozos de hojalata.Víctor entró en la nave contigua al matadero. Abrió la puerta, que se notaba que llevaba cerrada mucho tiempo. El ambiente viciado de aquel sitio era insoportable, sus pulmones no llegaban a transformar en oxígeno lo que era una peste inmunda.
Encendió la linterna que había llevado al lugar, y comenzó a investigar la nave palmo a palmo. Cuando Víctor estaba a punto de rendirse y de marcharse de nuevo a casa, algo le sobresaltó. Había encontrado un zulo pequeño, con la puerta abierta. Entró adentro, y sólo había unas sucias sábanas y una palangana con buahhh!, mierda.
Podría ser que Andrea hubiese estado retenida allí, y que hubiese sido trasladada temporalmente. Víctor, entonces, decidió esperar acurrucado en un rincón a la espera de su hija y de su captor.
Víctor cogió el coche de nuevo y marchó de nuevo hacia su casa. Puso el cd de Alaska para recordar aquellos explosivos 80, y las lágrimas bajaron por sus mofletes. ¿Qué paso en aquella década que le marcara para toda su existencia? Parecía como si estuviera pagando ahora por un error del pasado, y quería saber cuál era.
La cabeza de Víctor estaba llena de pequeños clavos punzantes que rodaban y rodaban sin cesar. La noche anterior se pasó con el alcohol, y sus neuronas lo notaron. Víctor José comenzó a sentir de una manera diferente, todos los sentidos perdieron su agudeza, se atrofiaron. La ducha le había limpiado por fuera, pero por dentro, Víctor estaba podrido. ¿Cómo podía rescatar a su hija si no sabía ni cuidarse él mismo?
Aquella botella de whiskie barato le estaba matando. Víctor estuvo toda la noche sentado en la mesa de la cocina, acompañado por una bonita botella verde que le tapaba los huecos más secos y agrios de su alma.
Alo? Víctor al habla.
Aterrorizado, Víctor José no sabía por dónde empezar. ¿Qué cojones había hecho esa noche? ¿Con quién salí? ¿Por qué coño me han puesto el nombre de Victor José, nombre hortera donde los halla?
Las musarañas no son arañas, tampoco son unas partidas de mus que juegan los amiguetes en el bar de la esquina.