Capítulo 4º- Afrodita
-Víctor, me estás asustando -dijo preocupada la señorita-. Ayer te olvidaste aquí el coche y hoy te presentas con una pinta horrible, hablándome como si no me conocieras y preguntándome si sé qué hiciste ayer.
Víctor José no daba crédito a lo que oía. ¿De qué le conocía aquella señorita?, ¿acaso fue anteriormente un cliente asiduo de semejante establecimiento? Por un momento pensó que prefería no conocer la respuesta de esas preguntas, sobre todo de la segunda. Sin embargo la curiosidad mató al gato, y si bien a éste aún le restaban seis vidas, decidió jugárselas a una carta y preguntar sin mayor dilación:
-¿De qué me conoce usted?
-Mira Víctor -respondió la mujer-, no sé a qué estás jugando, pero no tengo tiempo para estas tonterias.
Retomó su labor de perfeccionamiento de uñas e hizo como si Víctor José no estuviera a un metro de distancia sin comprender lo que sucedía.
-Escucha -insistió Víctor José-, te juro que esto no es ninguna broma. Hoy me he despertado tal y como me ves, y no tengo la más remota idea de nada. Sé que me llamo Víctor José porque lo he visto en mi carnet de identidad. No recuerdo el más mínimo detalle de mi vida anterior.
Lucía, que así se llamaba la dama, se quedó momentáneamente paralizada hasta que levantó pausadamente la vista. La cara de Víctor José hablaba sola.
-Me estás hablando en serio, ¿verdad? -perguntó Lucía.
Víctor José asintió apesadumbrado. Lucía dejó la lima sobre la mesa, se levantó, cogió a Víctor José por el brazo y le dijo: "Ven, vamos a tomar una copa".
Se dirigieron al lugar donde el camarero continuaba secando copas.
Roberto -dijo Lucía en tono serio-, ponnos dos whiskies, y que invite la casa.
Roberto lanzó a Lucía una mirada de desaprobación a la que ésta respondió con otra de firmeza y seriedad. Roberto preparó las copas con desgana y afinando el oído.
-Soy cliente habitual de este local, ¿verdad? -preguntó Víctor José con la típica tristeza y resignación de toda pregunta que se hace conociendo la respuesta que no se desea oir.
Lucía hizo una mueca con la boca. Era consciente de la dimensión de lo que sucedía. No deseaba hacer sufrir a Víctor José, pero si quería ayudarle tendría que decirle la verdad.
(CONTINUARÁ)
Víctor José no daba crédito a lo que oía. ¿De qué le conocía aquella señorita?, ¿acaso fue anteriormente un cliente asiduo de semejante establecimiento? Por un momento pensó que prefería no conocer la respuesta de esas preguntas, sobre todo de la segunda. Sin embargo la curiosidad mató al gato, y si bien a éste aún le restaban seis vidas, decidió jugárselas a una carta y preguntar sin mayor dilación:
-¿De qué me conoce usted?
-Mira Víctor -respondió la mujer-, no sé a qué estás jugando, pero no tengo tiempo para estas tonterias.
Retomó su labor de perfeccionamiento de uñas e hizo como si Víctor José no estuviera a un metro de distancia sin comprender lo que sucedía.
-Escucha -insistió Víctor José-, te juro que esto no es ninguna broma. Hoy me he despertado tal y como me ves, y no tengo la más remota idea de nada. Sé que me llamo Víctor José porque lo he visto en mi carnet de identidad. No recuerdo el más mínimo detalle de mi vida anterior.
Lucía, que así se llamaba la dama, se quedó momentáneamente paralizada hasta que levantó pausadamente la vista. La cara de Víctor José hablaba sola.
-Me estás hablando en serio, ¿verdad? -perguntó Lucía.
Víctor José asintió apesadumbrado. Lucía dejó la lima sobre la mesa, se levantó, cogió a Víctor José por el brazo y le dijo: "Ven, vamos a tomar una copa".
Se dirigieron al lugar donde el camarero continuaba secando copas.
Roberto -dijo Lucía en tono serio-, ponnos dos whiskies, y que invite la casa.
Roberto lanzó a Lucía una mirada de desaprobación a la que ésta respondió con otra de firmeza y seriedad. Roberto preparó las copas con desgana y afinando el oído.
-Soy cliente habitual de este local, ¿verdad? -preguntó Víctor José con la típica tristeza y resignación de toda pregunta que se hace conociendo la respuesta que no se desea oir.
Lucía hizo una mueca con la boca. Era consciente de la dimensión de lo que sucedía. No deseaba hacer sufrir a Víctor José, pero si quería ayudarle tendría que decirle la verdad.
(CONTINUARÁ)
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maño -